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La Nueva España fue un centro minero tan importante que ya para el siglo XVIII producía el 60 por ciento de toda la plata del mundo. Esto fue crucial para que se diera la primera globalización económica de la historia, pues multiplicó las interconexiones entre continentes y le permitió al virreinato mantener intercambios constantes tanto con Europa —a través de España— como con China —mediante el Galeón de Manila—, explica la doctora Pilar Martínez López-Cano, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
“Incluso África se vio involucrada, pues de ahí se sacó mano de obra esclava para las minas (en especial durante los siglos XVI y XVII), además de que las relaciones entre Europa y Asia se intensificaron por el flujo de metales preciosos. De hecho, las remesas generadas en lo que hoy es México llegaron a ser tantas que sirvieron no sólo para engrosar las arcas del imperio hispano, sino para mantener a colonias deficitarias como las del Caribe, Florida o Filipinas, incapaces de generar excedentes o de cubrir sus necesidades. No por nada se le llamaba a la Nueva España la joya de la corona”.
Y estos son apenas uno de los efectos económicos que trajo consigo la Conquista, advierte la académica, no sin antes pedir cautela con este término, “pues esto no fue un proceso lineal. Para ser justos deberíamos hablar de conquistas, ya que éstas fueron plurales y con características propias: por ejemplo, algunas fueron financiadas no por la monarquía, sino por particulares que debían entregar una quinta parte de su botín a la monarquía, aunque en otras sí participó activamente el imperio, a veces con destacamentos militares”.
Al respecto, la investigadora del IIH señaló que de un choque de culturas tan diferentes sólo cabría esperar transformaciones de gran calado, como la experimentada por el México prehispánico, que de no saber de monedas ni de medios de pago metálicos (pero sí de comercio de larga distancia, como el que llevaba con Centroamérica), al convertirse en la Nueva España comenzó a caminar hacia una economía de mercado que le dio presencia incluso en la lejana China.
Debido a estas características, la profesora Martínez López-Cano no duda en señalar que, tras la Conquista, el mundo vivió una primera globalización, ni en señalar que, sin duda, la Nueva España fue una de las protagonistas de ese nuevo orden económico mundial.
“A diferencia de otras colonias, la novohispana no era sólo autosustentable, sino la más rentable de todas, y a fin de asegurarse una producción e intercambios constantes creó sus propias rutas comerciales, como el camino Real de Tierra Adentro —con una longitud de dos mil 560 kilómetros y que iba de Ciudad de México a Santa Fe (hoy al sur de Estados Unidos)—, y consolidó puertos tan importantes como los de Veracruz y Acapulco. Esta infraestructura, además de favorecer el flujo de mercancías, sirvió para establecer nuevas unidades políticas y para ir empujando fronteras”.