La crisis del siglo XIV se produjo por una combinación de factores, como la disminución de la población a causa de las epidemias de peste bubónica, la inestabilidad política y social debido a las guerras y conflictos, y la crisis económica provocada por la disminución de la producción agrícola y la escasez de mano de obra.
La peste bubónica, también conocida como la «muerte negra», se propagó por Europa a partir de 1347 y causó una mortalidad masiva que afectó principalmente a la población más pobre y vulnerable. En el plano económico, la crisis llevó a una disminución del comercio, la producción y la actividad económica en general. En el plano político y social, la crisis generó una inestabilidad y un malestar generalizado que se tradujo en conflictos y revueltas populares.
En resumen, la crisis del siglo XIV tuvo un impacto significativo en la historia europea, ya que cambió las estructuras sociales, económicas y políticas de la época. Además, sus consecuencias a largo plazo ayudaron a sentar las bases de la Europa moderna.
Por esta razón, algunos reyes comenzaron a fortalecer su poder a través de la centralización política y administrativa.
Con la crisis del siglo XIV, las monarquías centralizadas se consolidaron aún más, ya que los reyes y príncipes se vieron obligados a tomar medidas para controlar la inestabilidad política, económica y social que se había generado. Esto se tradujo en la creación de nuevas instituciones y órganos de gobierno, la promoción de la cultura de la legalidad y la justicia, y el fortalecimiento del poder real en detrimento del poder nobiliario y feudal.