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Explicación:
La arquitectura de Kahn: ¿Qué quiere ser un ladrillo?
Toda construcción, ya sea un edificio, un puente o cualquier otro tipo constructivo, es un todo compuesto por múltiples pequeños elementos y componentes. Hasta el más bello y grandioso de los edificios que podamos admirar, sólo ha llegado a ser lo que es a partir de la conjunción y “colaboración” entre sí de cientos de unidades menores que pos sí solas, tal vez, carecen de sentido, incluso de función, pero que juntas, son capaces de crear algo grandioso.
El edificio, como el arquitecto profesional, parte de nada, pero poco a poco van asumiendo e integrando elementos, componentes en el caso de la construcción, conocimientos e ideas en el caso del arquitecto, que acaban por convertirlos en lo que son. Así, un edificio es como la vida misma de las personas, puede ser concebido como un todo orgánico, con un inicio, un progreso y una finalidad.
Louis Isadore Kahn (1901-1974), fue un afamado arquitecto y crítico de diseño estadounidense, aunque de origen estonio, que dedicó gran parte de su vida a la docencia. Primero en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Yale de 1947 a 1957 y más tarde, hasta su muerte, fue profesor de Arquitectura en la Escuela de Diseño en la Universidad de Pensilvannia.
Su estilo estuvo fuertemente marcado por las construcciones de la Antigüedad, con una gran tendencia, como aquellas, a la intemporalidad y la monumentalidad. Sus construcciones se muestran como lo que son, construcciones que no ocultan ni sus materiales, ni su forma ni su peso.
Para Kahn, el espacio era la conjunción entre estructura y luz, algo que explicaba de la siguiente forma: “La elección de la estructura es sinónimo de la elección de la luz que da forma a ese espacio. La luz artificial es sólo un breve momento estático de la luz, es la luz de la noche y nunca puede igualar a los matices creados por las horas del día y la maravilla de las estaciones”.