Respuesta:
El libro de Pío Jaramillo Alvarado denunció con firmeza las injusticias del sistema hacendatario, los límites del proyecto oligárquico terrateniente, en condiciones abiertamente desfavorables, ese es su relevante valor histórico. No pudo intuir, sin embargo, la férrea resistencia que los pueblos y nacionalidades desarrollarían a lo largo de casi un siglo para convertirse en los principales actores de la política ecuatoriana. Actores que, desde sus propias voces, proponen y exigen otro tipo de sociedad y otro tipo de estado. Su ideario muestra las falencias del pensamiento ilustrado blanco-mestizo cuando intenta arrogarse para sí la voz de la sociedad toda y no entenderse como una más actuando en un conflictivo contexto de disputas por la afirmación de un orden social distinto.
Las voces de los pueblos y nacionalidades, sus exigencias políticas, abren la posibilidad de volver a pensarnos y rectificar la organización de una sociedad y de un estado que nacieron y se afirmaron negando y excluyendo a su gran mayoría. Una sociedad y un estado fracturados que, por eso mismo, no pudieron consolidar un espacio sano para la reproducción de la vida social y política de sus habitantes.
El indio ecuatoriano, fue un eslabón más en una interminable discusión que busca hacer posible la vida para muchos pueblos y nacionalidades, para todos nosotros, que nos vimos obligados a compartir un espacio geográfico común y a tratar de articular una sociedad y un estado que permitan una vida medianamente buena. Proyecto que sigue siendo una búsqueda y que ahora, de la mano de los pueblos y nacionalidades, abre otro espacio de disputa: la sociedad intercultural y el estado plurinacional. Disputa que nos permitirá seguir avanzando en la deconstrucción de una sociedad y un estado groseramente excluyentes e inequitativos. Esa, creo que, para su época, también fue la intención que animó el indispensable texto del jurista lojano.